domingo, 2 de abril de 2017

LA LITERATURA Y EL CINE (PARTE IV)

por ANDREI MALDONADO

Tratar de contar la historia del cine en México sin hablar también sobre adaptación literaria a la pantalla grande sería imposible pues, al igual que en el resto del mundo, el cine en nuestro país encontró su nacimiento a través de obras de la literatura, sobretodo de la hispana.

Dos obras literarias marcan el nacimiento del cine mudo y el cine sonoro en México: Don Juan Tenorio (1899) de José Zorrilla y dirigida por Salvador Toscano, y Santa (1931) (ya se había filmado en 1918 por Luis G. Peredo), de Federico Gamboa, dirigida por Antonio Moreno. Por lo que la literatura no solo se constituyó como una fuente de inspiración, sino que marcó un hito y se fue convirtiendo en parte del lenguaje cinematográfico de las décadas siguientes.

La época de oro del cine mexicano tomó en sus manos la constitución del cine como herramienta literaria. Es en esos años que los guiones son obra de literatura propia, sin dejar de lado las adaptaciones e inspiraciones, pero es en los años 70´s cuando, una vez marcada la culminación del ciclo de películas de temática rural, de transición del campo a la ciudad y del charro mexicano, aparecen de nuevo las adaptaciones, algunas veces de filmes ya realizados en tiempos pasados y otras veces de libros e historias que aparecían en las fotonovelas, como fue el caso de Rubí, escrita por Yolanda Vargas Dulché y dirigida en 1970 por Carlos Enrique Taboada.

En los años siguientes la tendencia continuó, y es hasta nuestros días una constante, destacando no solo libros clásicos, sino también textos contemporáneos, no solo del género novela, sino también de leyendas populares, mitos, poemas y cuentos. Algunos ejemplos de adaptaciones hechas en el cine nacional en tiempos recientes destacan a Otilia Rauda, novela de Sergio Galindo; El Crimen Del Padre Amaro, creación de Eca de Queiroz; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Dos Crímenes, novela de Jorge Ibargüengoitia; Rosario Tijeras, de Jorge Franco Ramos; La Habitación Azul, de Georges Simmenon; Vivir Mata, de Juan Villoro; Arráncame la Vida, de Ángeles Mastretta; Asesino en serio, de Javier Valdez; El Coronel No Tiene Quién le Escriba, de Gabriel García Márquez, y Amor, dolor y viceversa, de Blas Valdez, por mencionar algunos.

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