miércoles, 4 de julio de 2012

¿CULTURA MEDIÁTICA O LA INMEDIATEZ CULTA?


Por Andrei Maldonado
Vivimos en un mundo inundado de mensajes comerciales idealizadores, constructores de una nueva visión de términos anteriormente inamovibles tales como cultura, sociedad e individuo.

El proceso de globalización, más allá de generar una aldea global como lo había pensado originalmente Marshall McLuhan, ha degenerado en una transculturalización, una traspolación de los usos y costumbres de las culturas con el afán (o bajo el discurso) de una “unificación de los pueblos”.

Y es que pensar que tener tecnología es sinónimo de conocimiento es caer en un espiral erróneo, un laberinto sin salida. Las tecnologías por sí mismas no generan conocimiento, son instrumentos por el cual las personas pueden difundir conocimiento.

Sin embargo, actualmente, las tecnologías están enfocadas en el entretenimiento y la información. Ojo, información no es sinónimo de conocimiento.

Actualmente, cualquiera puede generar información, aun más con la plataforma que generan las redes sociales. Pero esta información –no siempre exacta o verídica, mucho menos relevante- tiene como mayor defecto ser presa de la inmediatez, de la urgencia mediática de su difusión.

Redes como Twitter o Facebook, que informan en tiempo real, hacen que una nota tenga poca vida útil. Esto es, que en poco tiempo deje de ser novedad, deje de estar vigente en cuestión de segundos. Cultura mediática en su más estado puro.

En palabras de McLuhan “Toda la tecnología tiende a crear un nuevo entorno humano... Los entornos tecnológicos no son meramente pasivos recipientes de personas, son procesos activos que reconfigurar a las personas y otras tecnologías similares”.

Varios autores, entre ellos Néstor García Canclini y Guillermo Orozco, han empleado gran parte de su obra al análisis de cómo elementos como los mass media, la cibercultura y la globalización influyen en la construcción de nuevos individuos, nuevas sociedades, nuevos lenguajes y, por ende, nuevos espacios públicos y privados.

No es necesario pensar que todos estos procesos, acelerados durante la segunda mitad del siglo XX, son precisamente negativos, pero tampoco hay razón para idealizarlos y tomarlo como signo de progreso. Como menciona Giovanni Sartori en su obra Homo Videns, una enfermedad también progresa; por lo tanto ese “progreso” en la cultura también puede ser signo de empobrecimiento.

Además, una cultura mediática tiende también a crear sujetos mediáticos, preocupados por la inmediatez de los hechos presentados, según la teoría de la Agenda Setting, por los medios masivos de comunicación.

Quizás hoy más que nunca estemos inmersos en tal situación. Inundados las 24 horas de televisión e internet, las masas absorben toda información, verídica o no, que va transformando su visión. Y toda esa información, más allá de crear audiencias analíticas, solo crea audiencias adormecidas.

Tampoco se trata de tomar posturas apocalípticas o integradas, como plantearía Umberto Eco, sin embargo, es de llamar la atención como textos escritos a mediados del siglo pasado, como Para Leer al Pato Donald de Mattelart y Dorfman, siguen tan vigentes hoy en día.

Todo proceso creado desde el imaginario colectivo afectará, sin duda, al espacio público, que en ocasiones permea hacia un espacio virtual, y viceversa.

Lejos de ser la conclusión de muchos procesos socioculturales, estamos en vías de una transformación espacio-pensamiento. Somos proceso en proceso, y habrá que estar alerta y mirar siempre a la historia, aunque la información mediática nos lo impida.

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